
Esta semana llega a su fin y aqui me encuentro, frente a la computadora y pensando como emepzar el "tema" de hoy. En parte, me inspira saber que este post servirá a reducir el stress que, a algunos, les atormenta. Además, le prometí a alguien que publicaría algo relacionado, ya que anda muy estresada por estos dias. Esta entrada espero te sirva mucho, van con mucho cariño para ti, y para uds. también.
Viviendo con alegría, espontaneidad y sencillez.
¡Qué horrible se siente despertarse diariamente y darnos cuenta de que sólo estamos viviendo nuevamente otro mismo día! Sin darnos cuenta, caemos en la rutina y cuando nos damos cuenta ya nos acostumbramos a ella; sabemos que hoy será lo mismo que ayer, al igual que el día anterior, así como la semana pasada. Como robots nos levantamos, trabajamos/estudiamos y compartimos nuestra vida con la gente que se encuentra a nuestro alrededor. Ese no parece ser el problema principal, más bien es el perder la capacidad de sorprendernos, de encontrar el brillo del sol, de diferenciar un instante del siguiente, de reconocer y aprovechar las pequeñas oportunidades que se nos presentan y de condimentar nuestras vidas con distintos sabores.
¡Quién pudiera mirar la vida a través de los ojos de un niño, Alfredo. Es un alegre y travieso niño de unos 8 años aproximadamente, que pone una sonrisa en el rostro de todos los que lo rodean! Es un chico divertido y ocurrente. Mira al mundo con ojos espontáneos y frescos (no ese tipo de frescura, ya me entienden), con la inocente habilidad de ver la vida en forma simple y práctica, sin complicaciones ni problemas. No tiene reparo de decir lo que piensa libremente, de dejar volar su imaginación, de cuestionar lo que no entiende (es como un filosofo, siempre se pregunta el porqué de las cosas) y de llamar las cosas por su nombre. Es que es UN NIÑO.
Cuenta un amigo mío, padre de Alfredito, hace unos días atrás se le ocurrió jugar, pues digamos que básquet. Como buen tío (aparentemente) refuté que no veía nada de malo en ello, una sonrisa un poco cachosa soltó Carlos y respondió “nada de malo? Ah sí, pequeño detalle, estaba dentro de su habitación”. Yo solo mire al vacio y no respondí nada más. En efecto, la gran sorpresa vino cuando su mamá lo regañó y él, muy tranquilo y con su sonrisa, simplemente le contestó: "Mami, discúlpame pero yo no pienso como tú. Me pareció una mejor idea jugar adentro de mi cuarto para no molestar a nadie." Como era de esperarse, en ese momento Silvia le abrazó muy fuerte y lo dejó que siga con lo suyo, pero recalcándole que tenga cuidado. Le contó esto a Carlos, quien también quedo muy sorprendido; al igual que yo al enterarme de lo acontecido.
Este niño es una cajita de sorpresas. Hace unos meses atrás, la profesora lo sacó del salón porque no estaba trabajando y Alfredo, muy entusiasta, comenzó a saludar a todos sus amigos mientras salía (parecía el gran revolucionario capturado y saludaba a sus camaradas mientras era escoltado a la prisión) y, luego, hacia lo mismo por la pequeña ventana de la puerta. Esta actitud causó tanto alboroto en el salón que la maestra no tuvo más remedio que volver a meterlo nuevamente y él le explicó, con mucho respeto obviamente, que saludaba a todos sus amigos para que no lo extrañaran y se portaran bien. Sabia decisión.
A la hora de las tareas, es increíble verlo. Cuando no comprende algo de lo que se requiere en las tareas del colegio, pone su manita en la frente y se dice a sí mismo en voz alta: "Piensa Alfredo, piensa. Tú puedes". Es impresionante.
No se sabe porque pero a Alfredo le gusta el nombre “Javier López”. En otra ocasión, me contaba Silvia, Alfredito, en clase de educación física, decidió decirle al entrenador de fútbol que ese era su nombre (Javier López). Al ver que, supuestamente Javier, tenía talento, el entrenador se acercó a la madre a preguntarle si estaría interesada en inscribirlo para que formase parte de la selección. Ella, bastante sorprendida, respondió con cierta molestia e indignación que ya había pagado por toda la temporada. Tomó la lista y le mostró al entrenador que allí estaba Alfredo. El entrenador se sentía algo confundido y le contó a la mamá que el niño se apodó Javier López. Ambos le miraron quien, con una amplia sonrisa y sus ojos negros y profundos, les dijo "¡Ay, fue una bromita! Para amenizar el momento."
Es bastante gracioso como este niño puede tener tantas ocurrencias. Como dije antes, es toda una cajita de sorpresas. Y eso que tiene 8 años. Bueno, esto nos enseña que tenemos que vivir con curiosidad, alegría y mucha frescura; aunque esto no es una tarea fácil. Sin embargo, es preferible a tener que vivir en un mundo gris y opaco; la rutina finalmente nos puede terminar matando de aburrimiento y apatía (lo acabo de comprobar la semana pasada, incluso me tire al piso cual niño que quiere conseguir lo que quiere con una pataleta). ¡Hay tanto por lo que todavía nos podemos sorprender y divertir! Hay que recobrar la capacidad de asombro y las ganas de vivir. Vale la pena seguir viviendo como un niño; cuando somos presos de la rutina por más de que sigamos caminando, no avanzamos, sólo retrocedemos.
Hoy serviremos:
Viviendo con ojos de niño
Ingredientes:
- 1 taza de sorpresa
- 3 gotas de ingenuidad
- 1 taza de momentos inolvidables
- 1 lata de curiosidad
- 2 cucharadas de alegría
- 1 manojo de tiempo presente
- Sazone al gusto con ganas de vivir.
Condimentos:
¡Qué horrible se siente despertarse diariamente y darnos cuenta de que sólo estamos viviendo nuevamente otro mismo día! Sin darnos cuenta, caemos en la rutina y cuando nos damos cuenta ya nos acostumbramos a ella; sabemos que hoy será lo mismo que ayer, al igual que el día anterior, así como la semana pasada. Como robots nos levantamos, trabajamos/estudiamos y compartimos nuestra vida con la gente que se encuentra a nuestro alrededor. Ese no parece ser el problema principal, más bien es el perder la capacidad de sorprendernos, de encontrar el brillo del sol, de diferenciar un instante del siguiente, de reconocer y aprovechar las pequeñas oportunidades que se nos presentan y de condimentar nuestras vidas con distintos sabores.
¡Quién pudiera mirar la vida a través de los ojos de un niño, Alfredo. Es un alegre y travieso niño de unos 8 años aproximadamente, que pone una sonrisa en el rostro de todos los que lo rodean! Es un chico divertido y ocurrente. Mira al mundo con ojos espontáneos y frescos (no ese tipo de frescura, ya me entienden), con la inocente habilidad de ver la vida en forma simple y práctica, sin complicaciones ni problemas. No tiene reparo de decir lo que piensa libremente, de dejar volar su imaginación, de cuestionar lo que no entiende (es como un filosofo, siempre se pregunta el porqué de las cosas) y de llamar las cosas por su nombre. Es que es UN NIÑO.
Cuenta un amigo mío, padre de Alfredito, hace unos días atrás se le ocurrió jugar, pues digamos que básquet. Como buen tío (aparentemente) refuté que no veía nada de malo en ello, una sonrisa un poco cachosa soltó Carlos y respondió “nada de malo? Ah sí, pequeño detalle, estaba dentro de su habitación”. Yo solo mire al vacio y no respondí nada más. En efecto, la gran sorpresa vino cuando su mamá lo regañó y él, muy tranquilo y con su sonrisa, simplemente le contestó: "Mami, discúlpame pero yo no pienso como tú. Me pareció una mejor idea jugar adentro de mi cuarto para no molestar a nadie." Como era de esperarse, en ese momento Silvia le abrazó muy fuerte y lo dejó que siga con lo suyo, pero recalcándole que tenga cuidado. Le contó esto a Carlos, quien también quedo muy sorprendido; al igual que yo al enterarme de lo acontecido.
Este niño es una cajita de sorpresas. Hace unos meses atrás, la profesora lo sacó del salón porque no estaba trabajando y Alfredo, muy entusiasta, comenzó a saludar a todos sus amigos mientras salía (parecía el gran revolucionario capturado y saludaba a sus camaradas mientras era escoltado a la prisión) y, luego, hacia lo mismo por la pequeña ventana de la puerta. Esta actitud causó tanto alboroto en el salón que la maestra no tuvo más remedio que volver a meterlo nuevamente y él le explicó, con mucho respeto obviamente, que saludaba a todos sus amigos para que no lo extrañaran y se portaran bien. Sabia decisión.
A la hora de las tareas, es increíble verlo. Cuando no comprende algo de lo que se requiere en las tareas del colegio, pone su manita en la frente y se dice a sí mismo en voz alta: "Piensa Alfredo, piensa. Tú puedes". Es impresionante.
No se sabe porque pero a Alfredo le gusta el nombre “Javier López”. En otra ocasión, me contaba Silvia, Alfredito, en clase de educación física, decidió decirle al entrenador de fútbol que ese era su nombre (Javier López). Al ver que, supuestamente Javier, tenía talento, el entrenador se acercó a la madre a preguntarle si estaría interesada en inscribirlo para que formase parte de la selección. Ella, bastante sorprendida, respondió con cierta molestia e indignación que ya había pagado por toda la temporada. Tomó la lista y le mostró al entrenador que allí estaba Alfredo. El entrenador se sentía algo confundido y le contó a la mamá que el niño se apodó Javier López. Ambos le miraron quien, con una amplia sonrisa y sus ojos negros y profundos, les dijo "¡Ay, fue una bromita! Para amenizar el momento."
Es bastante gracioso como este niño puede tener tantas ocurrencias. Como dije antes, es toda una cajita de sorpresas. Y eso que tiene 8 años. Bueno, esto nos enseña que tenemos que vivir con curiosidad, alegría y mucha frescura; aunque esto no es una tarea fácil. Sin embargo, es preferible a tener que vivir en un mundo gris y opaco; la rutina finalmente nos puede terminar matando de aburrimiento y apatía (lo acabo de comprobar la semana pasada, incluso me tire al piso cual niño que quiere conseguir lo que quiere con una pataleta). ¡Hay tanto por lo que todavía nos podemos sorprender y divertir! Hay que recobrar la capacidad de asombro y las ganas de vivir. Vale la pena seguir viviendo como un niño; cuando somos presos de la rutina por más de que sigamos caminando, no avanzamos, sólo retrocedemos.
Hoy serviremos:
Viviendo con ojos de niño
Ingredientes:
- 1 taza de sorpresa
- 3 gotas de ingenuidad
- 1 taza de momentos inolvidables
- 1 lata de curiosidad
- 2 cucharadas de alegría
- 1 manojo de tiempo presente
- Sazone al gusto con ganas de vivir.
Condimentos:
- Sencillez, espontaneidad y buena disposición
Modo de preparación:
1.- Disfrutar la vida, ser espontáneo y sensible (ello no implica ser infantil, irresponsable o inmaduro). Tener una buena actitud, estar listos para aprender sin limitarse, explorar y preguntar, enriquece las experiencias y complementa las oportunidades. Creo que aquí deberíamos hacer caso a esa frase tan mentada: “uno nunca deja de aprender cosas nuevas” (o bueno, algo así dice)
2.- Sonreír y recibir al nuevo día como una nueva aventura, llena la vida de sabor. Hay que hacer un esfuerzo por sobreponerse a la rutina. Se debe evitar rendirse o sentirse prisioneros. Agregar ganas para vivir, un poco de curiosidad, asombro y una actitud positiva, mejora la calidad de la receta.
3.- Recordar y valorar el regalo de la infancia, quita el aburrimiento y la depresión. Los niños generalmente, encuentran que hacer, tienen una gran capacidad de asombro, se llenan de ilusiones, pueden crear un cuento fantástico a partir de tan solo un cuarto oscuro y olvidado, viven la inmensidad del mundo y se adueñan de los momentos como algo que les pertenece para siempre.
"Los niños llenan su alma con curiosidad y alegría; viven el momento sin pensar en lo que vendrá después y tienen grandes sueños. ¿Por qué nos olvidamos del regalo de la infancia?"
Modo de preparación:
1.- Disfrutar la vida, ser espontáneo y sensible (ello no implica ser infantil, irresponsable o inmaduro). Tener una buena actitud, estar listos para aprender sin limitarse, explorar y preguntar, enriquece las experiencias y complementa las oportunidades. Creo que aquí deberíamos hacer caso a esa frase tan mentada: “uno nunca deja de aprender cosas nuevas” (o bueno, algo así dice)
2.- Sonreír y recibir al nuevo día como una nueva aventura, llena la vida de sabor. Hay que hacer un esfuerzo por sobreponerse a la rutina. Se debe evitar rendirse o sentirse prisioneros. Agregar ganas para vivir, un poco de curiosidad, asombro y una actitud positiva, mejora la calidad de la receta.
3.- Recordar y valorar el regalo de la infancia, quita el aburrimiento y la depresión. Los niños generalmente, encuentran que hacer, tienen una gran capacidad de asombro, se llenan de ilusiones, pueden crear un cuento fantástico a partir de tan solo un cuarto oscuro y olvidado, viven la inmensidad del mundo y se adueñan de los momentos como algo que les pertenece para siempre.
"Los niños llenan su alma con curiosidad y alegría; viven el momento sin pensar en lo que vendrá después y tienen grandes sueños. ¿Por qué nos olvidamos del regalo de la infancia?"
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